Tomasello, M. (2009). Why we cooperate. En Michael Tomasello, Why we cooperate. Londres: The Mit Press.
El autor comienza planteando que uno de los grandes debates de la civilización occidental es si el ser humano nace con motivación para la cooperación y la sociedad lo corrompe, o si nace egoísta y la sociedad le enseña a ser mejor. Al respecto, el autor propone su propia hipótesis, en consideración de dos de los colaboradores del libro: Spelke primero, Dweck después.
A partir de Spelke, el argumento que sostiene es que en sus primeros años, los niños son cooperadores y tienden a ayudar en muchas situaciones, que a veces no son evidentes. Esto no sería aprendido de los adultos, sino que se daría naturalmente. Sin embargo, y desde el argumento de Dweck, posteriormente la cooperatividad comienza a estar mediada por influencias, como los juicios y preocupaciones acerca de la posible reciprocidad de las acciones. Además, comienzan a internalizar muchas normas culturales que rigen la forma de hacer las cosas (y lo que se debe o no hacer), para formar parte del grupo.
El autor plantea su hipótesis desde estudios comparativos con otros grandes primates, proponiendo, en primer lugar, que la cooperatividad y amabilidad, tanto en humanos como en cualquier organismo viable, son la base de la supervivencia; y, en segundo lugar, añade que el altruismo no sería un rasgo individual, sino una característica que varía contextualmente o según la actividad. A partir de esto, propone que hay tres tipos de altruismo -1) ayudar, 2) informar y 3) compartir- que pueden estudiarse comparando conductas en niños humanos y en chimpancés.
1) A partir del primer experimento que presenta, concluye que los niños tienen una motivación altruista para ayudar; vale decir, ayudar a otros sería una conducta natural y emergente, que no es creada por la cultura o las prácticas parentales de socialización.
Ésto lo sostiene a partir de cinco ideas -que a su vez están respaldadas empíricamente-: a) esta conducta comienza relativamente temprano en la vida del niño; b) las recompensas y estímulos de los padres no incrementan la conducta de ayuda, mas bien parecieran subvertirla; c) los chimpancés presentan la misma conducta; d) los niños de edades similares, en culturas más tradicionales -donde los adultos no intervienen tanto en el desarrollo de éstos- ayudan básicamente en las mismas situaciones; e) esta conducta está mediada por una preocupación empática.
2) Posteriormente, el autor plantea que, si bien tanto chimpancés como niños humanos ayudan a otros en situaciones similares, hay una forma de ayuda que sólo presentan los niños humanos: proveer información necesaria. Esta forma de ayuda sería independiente del lenguaje, pues se presenta incluso en niños menores de un año (edad prelingüística), quienes apuntarían para entregar información, y no sólo con motivos imperativos o directivos. Además, el autor plantea que los niños también son capaces de interpretar las intenciones informativas dirigidas hacia ellos y de comprender frases imperativas como requerimientos de ayuda, basados en la lógica de la cooperación.
3) Finalmente, respecto de la conducta de compartir, el autor propone que los niños entregan y ofrecen comida y objetos valiosos, más fácilmente que los chimpancés -son más generosos-; pero plantea también que podría ser sólo algo contextual.
En un segundo momento, el autor dice que hay poca evidencia acerca de que las conductas altruistas de los niños sean producto de la culturización, la intervención parental o cualquier forma de socialización. Sin embargo, ésta juega un rol fundamental en la maduración de los niños: las diferentes culturas tienen distintos valores y normas sociales que impactan en ellos.
Estas influencias sociales pueden dividirse en dos grandes conjuntos: 1) la experiencia social directa -a partir de la cual el niño comienza a tomar decisiones basado en posibles objetivos de su altruismo, es decir, empieza a aprender con quién ser amable y con quién no, según sus propias experiencias con esas personas-; y 2) los valores y normas del grupo cultural -que son experimentadas por el niño a través de la comunicación, el moldeamiento y la instrucción. Algunas de estas normas, que promueven la cooperación, son ser amable, no mentir, compartir los juguetes, etc.
Respecto de las últimas, el autor se pregunta por qué los niños respetan las normas sociales y, más aún, por qué al momento de seguirlas, participan en la imposición de ellas; y posteriormente propone como respuesta que desde temprana edad, los niños poseen una especie de racionalidad social, que llama "él es yo", y que implicaría una actitud de identificación con otros, además de una concepción de sí mismo como uno entre muchos. Esto último queda en evidencia en las actividades cooperativas basadas en la "intencionalidad compartida" (intencionalidad de un "nosotros", del que el niño es parte), donde hay metas compartidas e interdependencia. Esta "nosotredad" ser produciría primero con la identificación con otros-significativos, y luego se generalizaría al grupo cultural.
Finalmente, se plantea que la universalidad de las normas sociales ha tenido, aparentemente, un rol crítico en la evolución humana, al punto de decir que ha habido un proceso co-evolutivo entre la biología humana y la cultura. En este sentido, el desarrollo de las tendencias altruistas en los niños está moldeado por la socialización, pero llegan a este proceso con una predisposición para la amabilidad y la cooperación.
En conclusión, la hipótesis Spelke primero, Dweck después, plantea que el individuo debe comenzar altruistamente para luego tratar a otros selectivamente, según lo traten a él.
Comentario: La discusión acerca de por qué cooperan las personas, sirve de insumo para pensar la posibilidad de las prácticas inclusivas, ya sea mirando la cooperación como algo que se da naturalmente o como algo que se aprende. En el primer caso, si tendemos naturalmente a la cooperación y la ayuda a otros, la inclusión también podríamos pensarla como una forma natural de relacionarse. En el segundo caso, de entender la cooperación como un proceso aprendido y moldeado por las normas sociales, por la cultura, para que las prácticas inclusivas se den sería necesario que ésta se base en los procesos de cooperación y ayuda; y más en específico, que la educación -en tanto clave para la entrada en la cultura- entienda la cooperación como la base de las relaciones sociales y, por tanto, oriente sus prácticas a partir de este principio. Pero entonces surgen las siguientes preguntas, ¿en nuestra cultura se entiende la cooperación como base de las relaciones sociales?, ¿la socialización, la educación se orienta según los principios de cooperación y ayuda mutua?, ¿qué tan lejos estamos de que a partir de estos principios se generen prácticas inclusivas, tanto en la escuela como en los otros ámbitos de la vida cotidiana?
Citas: "If people did not have a tendency to trust one another`s helpfulness, lying could never get off the ground" (p.21)
"...children`s respect for social norms is not due solely to their sensitivity to authority and reciprocity. From a young age, children also possess a kind of social rationality (...) what we might call a "he is me" attitute of identification with others and a conception of the self as one among many" (p.40)
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