Referencia: Galán, M.
& Echeita, G. (2011). Alumnos con necesidades educativas especiales. En E.
Martín y T. Mauri (Coords.) Orientación Educativa. Atención a la diversidad y
educación inclusiva. pp. 107-126. Barcelona: Graó.
Resumen:
El autor revisa los cambios en el concepto “necesidades educativas
especiales”, en un comienzo una anticategoría de un grupo amplio y diverso, luego
una macrocategoría del alumnado con discapacidad, trastornos de la conducta y
dificultades del aprendizaje. En el siglo XX este concepto sufrió una
transformación, hacía referencia a personas no educables dado que tenían déficits
de origen endógeno, no modificables. Pero en la segunda mitad del siglo, la
posición ambientalista propone que la conducta sí es modificable pues está
condicionada por el entorno, entonces, la forma de aprender sería ingresando en
una escuela especial.
En el proceso de integración y normalización escolar, social y laboral de
finales del siglo, es importante el Informe Warnock, este destaca la
educabilidad de todos los niños, atendiendo las necesidades educativas de cada
uno, en este sentido, la ayuda especial se aplica a todo el alumnado, con o sin
discapacidad. En paralelo, la perspectiva constructivista plantea que las
dificultades en el aprendizaje deben analizarse en relación a la enseñanza que
se imparte, lo que contribuyó a llevar la intervención educativa hacia los
procesos controlados por el profesorado (currículo y organización escolar).
También fueron importantes los trabajos de la Conferencia Mundial de la
UNESCO en Salamanca por ser referente para el desarrollo de la atención a la
diversidad. Plantea una visión interactiva, contextual y amplia de las n.e.e,
propone la integración/inclusión como eje y meta de la política educativa, y la
relación entre progresos educativos y reformas educativas globales. Además, al
igual que el Informe Warnock, extiende el concepto de n.e.e a todos los alumnos
vulnerables.
A
pesar de estos avances en la cateogorización, existe una contradicción al mantener
el foco en un grupo de alumnos cuyas n.e.e se vinculan, en su mayoría, a la
discapacidad y que siguen siendo excluidos.
En relación a lo
anterior, se propone una mirada crítica a las buenas intenciones de categorizar
y evaluar porque el uso del término necesidades especiales, aparte de dividir a
los estudiantes entre “normales” y “menos que normales”, impide el análisis
crítico de la educación inclusiva al desviar la atención de los procesos de
opresión y discriminación. Desde este enfoque se reforzaría una perspectiva esencialista,
estática e individual (no sociocultural) del desarrollo y aprendizaje que no
toma en cuenta las políticas, valores y procesos educativos de baja calidad
originados en la interacción entre sujeto y ambiente.
Una alternativa
a este enfoque es poner atención a las barreras para la presencia, el
aprendizaje y la participación de todo el alumnado, esto implica un modelo
social donde las barreras surgen en la interacción entre estudiantes y sus
contextos sociales, políticos, económicos y culturales. Allí, el trabajo de la orientación
educativa es esencial, el orientador se enfrenta a distintas demandas, por un
lado, relacionadas a la decisión de la modalidad de escolarización, los
recursos, apoyos y adaptaciones necesarias, por otro, los procesos de
asesoramiento para la intervención educativa y la adaptación del currículo.
El autor propone
el compromiso compartido de todos los responsables por el aprendizaje y
enseñanza del alumnado (orientadores, profesores, familias y alumnos) para construir
las adaptaciones educativas necesarias. Para esto, se develan las barreras
presentes en la cultura escolar, en los procesos de planificación y
funcionamiento del centro, en las prácticas del profesorado y en las políticas
locales y nacionales.
Cabe destacar
que las adaptaciones desarrolladas en los centros educativos no significan la
reducción o eliminación de contenidos y objetivos, lo que traería consigo
mayores posibilidades de exclusión, sino más bien adaptaciones en la
metodología de enseñanza y en el proceso de evaluación, asegurando lo funcional
en vista del sentimiento de valía del alumno.
Al finalizar el
texto, y como aporte a la orientación educativa, el autor dispone de un Index
for Inclusion de Booth y Aisncow para develar y analizar, mediante una
auto-evaluación, los facilitadores o barreras para la presencia, el aprendizaje
y la participación de los centros educativos, articulado en tres dimensiones:
cultura, políticas y prácticas escolares.
Comentario
personal:
Los
avances en la educación para, y más importante aún por, personas con algún
grado de discapacidad presenta la contradicción de, por una parte, estigmatizar
a aquellos que son etiquetados como “especiales” mermando su potencial desarrollo,
pero, por otra, permite la atención a la diversidad en los colegios.
A
pesar de las contradicciones, me parece importante el desarrollo de una visión
sociocultural de este fenómeno pues permite intervenir mejorando las interacciones
entre sujeto y contexto particular, tomando especial atención en las medidas que
hacen frente a las limitaciones y aquellas que potencian los recursos personales
existentes. Esto implica un cambio sustancial para la subjetividad del alumno con
n.e.e, ya que, se percibe no como el
problema, aquello que hay que cambiar o excluir, sino que parte de la solución
a un problema no sólo educativo, también económico, social, cultural y político.
Citas textuales:
“Se consideró
que hasta uno de cada cinco niños puede necesitar ayuda especial en algún
momento de su vida escolar, lo que no significa que uno de cada cinco niños
tenga una discapacidad en el sentido tradicional del concepto” (p.4).
“Por supuesto,
siempre hay necesidades individuales o singulares de algunos alumnos o alumnas
que requieren una intervención particular y poner en marcha, por ello, adaptaciones individualizadas, bien sea
de acceso (ayudas técnicas para la
visión, la comunicación, la postura o la movilidad, entre otros) o propiamente curriculares, esto es, relativas a
cambios, ajustes o modificaciones de distinto grado o profundidad en los
objetivos, contenidos, secuencia y métodos de enseñanza y evaluar que pueda
requerir dicho alumno o alumna” (p.15).
“Evidentemente el papel de la familia en
este proceso es muy importante, no sólo para que pueda colaborar en el programa
de enseñanza sino que, teniendo en cuenta que son los que mejor conocen a sus
hijos, su opinión es muy valiosa para analizar y decidir sobre lo que se puede
ser funcional y prioritario para ellos” (p.17).
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