Estaba pensando sobre qué
hacer mi última entrada en este blog, la entrega y presentación del mismo es
hoy y me gustaría expresarme un poco más antes de finalizar el curso que no
llevó a embarcarnos en esta aventura que es crear información libre y accesible.
Recordé entonces que a lo largo de todo este viaje nos hemos apoyado en textos
utilizados para este ramo, hemos hecho fichas y los hemos incluido dentro de nuestras
opiniones, pero, ¿Qué hay de lo anterior a este ramo? Hace un años atrás dí el
examen de Psicología Educacional y creo que en lo que más fallé fue al
referirme en las teorías críticas y las no críticas, el sistema actual.
Desde la teoría en la cual se
basa nuestra educación Chilena se encuentra la base de la segregación escolar,
la explicación de la supuesta necesidad existente en diferenciar a los alumnos
ya sea por avances en sus estudios, capacidad intelectual, capacidad física,
motivos económicos, religiosos, etc. Por ende encuentro necesario hablar un
poco de estas teorías en este momento
En primer lugar, para
contextualizar, es conveniente hacer referencia a que el sistema educativo en
el cual nos encontramos se enmarca dentro de las Teorías No Críticas, que a grandes
rasgos, buscan superar la marginalidad a través del conocimiento, de la
educación, dejando de lado los aspectos políticos y económicos que pudieran
influir en ello. Pero esta no es la única manera de concebir la educación, pues
existen las llamadas Teorías Críticas, que plantean la necesidad de entender la
educación a partir de sus determinantes sociales, la influencia del sistema
económico y cómo la política la afecta, pasando a ser en sí misma segregadora y
marginadora.
De esta forma podemos apreciar
cómo el sistema educativo es posible comprenderlo dentro de las Teorías de
Reproducción, que plantean que es un mecanismo de reproducción del sistema
hegemónico, tanto en términos de la división del trabajo, la ideología y las
formas de obtener conocimiento consideradas válidas. Es así como dentro de la
escuela se convierte en una pequeña obra de teatro del resto de la sociedad; la
desigualdad, la competencia, en intento de cuantificar el progreso son algunas
de las cosas que desde pequeños se le inculcan a los niños, dejando de lado el
desarrollo de sus potencialidades, privilegiando el que sean funcionales al
sistema por sobre su felicidad y desarrollo. Afortunadamente frente a esto
existen las Teorías de la Resistencia, que plantean la posibilidad del cambio,
considerando a la escuela como un campo de batalla en el que la clase dominante
intenta imponer su visión de la sociedad, pero es posible oponerse, planteando
y ejecutando una educación al servicio del desarrollo humano y no del capital, teniendo
como respaldo a la historia que demuestra que el orden actual no siempre fue
así, y que no está determinado que así seguirá siendo, como ellos quieren.
Lamentablemente el actual
sistema educativo chileno se encuentra profundamente arraigado, y tiene como
punto de partida, en lo legal-institucional, la ilegítima Constitución Política
de 1980, impuesta por la dictadura y respaldada en las últimas décadas por la Concertación,
que establece la libertad de enseñanza, entendida desde ópticas mercantiles, por
sobre el derecho a la educación. El Estado se ha desentendido de su deber en
este ámbito, dando el espacio y el incentivo para que los privados se hagan
cargo del sistema educativo, adquiriendo un rol de observador y suave fiscalizador.
Los privados han podido lucrar desenfrenadamente con las universidades, los
colegios, priorizando el obtener ganancias por sobre entregar una educación de
calidad, concepto que da para una amplia discusión, pero que podemos tener
claro que para ellos no se relaciona con el desarrollo humano fuera de su
funcionalidad al sistema capitalista. La municipalización ha venido a agudizar
las desigualdades educativas en términos de los heterogéneos recursos que las municipalidades
pueden invertir en educación, permitiendo que los sostenedores tengan más
poder.
Se han implementado una serie
de pruebas estandarizadas como el SIMCE y la PSU que están muy lejos de medir
los conocimientos o habilidades de los estudiantes; sus resultados se encuentran en función de la
situación socioeconómica de las familias, la escolaridad de sus padres, etc.
Estos resultados han impulsado una férrea competencia entre los
establecimientos educacionales, ya que el que tengan buenos puntajes en las
pruebas estandarizadas se convierte un erróneo indicador de calidad, que hace
que los padres tiendan a preferirlos. Así, los colegios con más recursos
terminan obteniendo mayores puntajes y más padres deseosos de meter a sus hijos
en ellos, y los que no los tienen terminan desprestigiándose, perdiendo
matrícula, teniendo menos dinero, etc. Esto se ve especialmente potenciado por
las subvenciones que entrega el gobierno por la asistencia a clases; más
alumnos, más dinero. El Estado ha venido a potenciar este círculo vicioso con el
potenciamiento de la competencia, incluso cerrando escuelas (municipales en su
gran mayoría), por no obtener buenos puntajes, por no adecuarse a lo que
debiera, bajo parámetros económicos, ser una educación de calidad.
Y algo más cercano, es lo perjudicado
que se han visto los docentes bajo este sistema educativo, ya que se han deteriorado
enormemente sus condiciones de trabajo y sus salarios. Se les suele culpabilizar
por los malos resultados obtenidos por los estudiantes y cada vez se enfrentan
más al temor (y realidad) del desempleo, motivado además por la sobre
saturación de la cantidad de profesores en algunas áreas específicas, lo que se
relaciona abiertamente con que los planteles educacionales, privados sobre
todo, imparten carreras pensando en sus ganancias y no en las necesidades del
país.
Es así como se presenta la
realidad del sistema educativo, una que a todas luces se ve como dramática, pero
que nos plantea el desafío, la posibilidad, y más aún, la necesidad de ser
transformad. El comprender cómo funciona el sistema, los distintos actores involucrados
y sus aspectos, pienso nos acerca un poco más a lograr esta difícil tarea, pero
a la vez nos deja ver lo complejo que es, porque no sólo es una cuestión de
recursos, de desmunicipalización, sino que involucra al sistema económico, a
los intereses de la clase dominante y cómo estos mueven las decisiones
políticas.
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